domingo, 23 de noviembre de 2014

Reflexiones de una inmadura emocional

Hemos derramado mucha tinta analizando las relaciones humanas y no estamos más cerca de entenderlas desde que empezamos a experimentarlas. A menudo me siento como si estuviera en el borde de un enorme desfiladero, ya que tengo la sensación de que la búsqueda de la unión con otra persona es la fuente de gran parte de la infelicidad. 

Antes me comportaba como si estuviera por encima de los asuntos del corazón, sobre todo porque toda mi vida he visto como corroen a la gente que respeto. Pero cuando me sincero conmigo misma me pregunto si al adoptar esa postura evitaba entrar en un juego que aun no logro entender. Después de todo, si estuviera segura de mis convicciones, no me arrepentiría de muchas de las cosas que he hecho o dicho.

Hoy por hoy, vuelvo a estar desafiando los límites, vuelvo a moverme por lo que deseo, ya que encuentro en ello una aventura que, a pesar de todo lo ocurrido, sigue estimulándome. Y por suerte, el mundo siempre te regalará una nueva diversión, una compleja distracción de tus problemas.





Arriesgué y jugué, porque quien no arriesga no gana.
Y, aunque fuera por un corto tiempo, gané.

martes, 11 de noviembre de 2014

La muerte

La muerte es el proceso por el cual pasa todo ser vivo alguna vez. Es la incapacidad del ser vivo de mantener la homeostasis del organismo. Además, cada día, en nuestro cuerpo mueren miles de células por una muerte programada o apoptosis. Es algo natural.

Pero desde el punto de vista humano, es cuando una persona cercana se va de este mundo, dejando un profundo vacío. Hay veces que lo vemos tan ajeno a nosotros y, en realidad pasa todos los días, en todas partes. En algunos lugares más que otros, por desgracia.

El peor momento es cuando ves la tumba entrando en el nicho y te das cuenta que ya esa persona no va a volver. Es cuando te empiezas a arrepentir de todo lo que pudiste hacer por esa persona y que no hiciste. Los planes que no se cumplieron, los estúpidos desacuerdos que os separaron, los mensajes ignorados, vuestro orgullo por encima de vuestros sentimientos. Te das cuenta de que el tiempo pasa, de que no todo dura para siempre, de que todo cambia y que tú no has hecho lo que debiste en su momento. Te das cuenta de que perdiste el tiempo con estupideces y no disfrutaste de esa persona todo lo que pudiste. La tristeza se pasa en unos meses, pero la nostalgia y la añoranza de los buenos momentos vividos con esa persona no es tan fácil de superar.

Suelen decir que cuando morimos, nuestras almas caminan hacia el cielo, hacia otra vida o renacen en otros cuerpos. Pero yo no creo que sea así. Creo que cuando morimos, vivimos en el corazón de alguien. Continuamos viviendo en sus recuerdos. Y aunque con el tiempo eso empiece a desvanecerse en muchos de esos corazones, la gente siempre deja algo atrás para que no sean olvidados del todo.


Tocayo, encima de que llego tarde para despedirme, nunca hemos sido cercanos ni tenido extensas conversaciones. Solo tuvimos saludos mañaneros y conversaciones típicas, pero recuerdo bien tus pantalones excesivamente ajustados y tu pelo a lo beatle. Y sobre todo, tu sonrisa. La sonrisa que llevaste hasta tus últimos momentos. Eso es lo que tú dejaste para que nunca te olvidemos.

lunes, 6 de octubre de 2014

La madurez

Todos hablamos de que hay que ser maduros, que hay que crecer tanto mentalmente como físicamente. Siempre he estado un poco obsesionada con ese tema, ya que solía hablar con gente que me repetía lo inmadura que era, y eso hacía que me preguntara muchas veces: ¿tan bueno es madurar? 

Hablamos como si supiéramos la verdad absoluta de todo y nos autoconvencemos de que lo que dice la mayoría está bien. Por eso, cuando la gente habla de que hay que madurar, me pongo un poco escéptica y pienso: ¿y si no? No digo que haya que tener pataletas por no tener la última videoconsola en tu casa, ni de comportarte como un niño de dos años. Sin embargo, hay cosas que los niños saben apreciar y que con el tiempo se va perdiendo: la fascinación por alguna flor que se encuentra en su calle, la facilidad que tienen para relacionarse o el disfrute y la felicidad que provoca una simple caja de cartón. Cuando crecemos, perdemos cosas tan básicas y útiles,  cosas que nos hacen únicos, para convertirnos en adultos "ejemplares" que van a trabajar todos los días a ganar dinero que después nos gastamos en cosas que realmente ni nos gustan ni necesitamos, y hay veces que ni llegamos a gastar porque no tenemos tiempo.

Yo soy muy insegura, me suelo ver inferior a las otras personas, sobre todo a raíz de ciertas situaciones en el pasado. Pienso que no soy lo bastante adulta como para estar rodeada de gente mayor que yo, intento madurar de golpe, comportarme como lo que llamamos un adulto y eso hace que pierda cosas que me hacen ser como soy. 

A mi me encanta ir a la feria, no a beber como si no hubiera mañana, sino a montarme en todos los cacharros que haya. Me encanta jugar a los videojuegos y me encanta ver dibujos japoneses. Me encanta estar en pijama todo el día, encerrada en casa, viendo una serie. Me encanta ir a las convenciones de cómics y me encanta hacerme fotos con la gente que va disfrazada. Me encanta viajar a cualquier sitio. Me encantan mis amigos, aunque sean a veces un poco niñatos en algunos aspectos. Me encanta dormir hasta tarde y me encanta echarme la siesta. Me encanta jugar con legos y con coches teledirigidos. Pero todo eso lo pierdo. Pierdo hasta la ilusión por cualquier cosa y pierdo el tiempo en cosas que ni me interesan, solo para caerle bien a un grupo de personas estiradas que ni siquiera son determinantes en mi vida.

Hay veces que nos obsesionamos tanto con madurar que perdemos el norte y dejamos de ser quienes somos. 

Madurar no es comportarte como una persona X años mayor que tú, madurar es tener las cosas claras y saber quién eres, hacia dónde quieres ir, qué es lo que quieres. A partir de ahí, lo que hagas o dejes de hacer no te hace más o menos maduro, te hacen más o menos feliz.

La canción de esta entrada es: